S2E2: Partituras en blanco, fantasmas de yeso

Y otras formas monumentales que adopta el silencio

Hola, leales lectores. El año pasado, el newsletter tuvo entregas irregulares, y ese silencio inexplicado en el inbox me generó ansiedad. Por eso decidí explorar el tema: no todos los silencios son incómodos o improductivos. Así que, manos a la obra. Literal.

"En una cálida noche de verano en agosto de 1952, el pianista David Tudor se acercó a un piano sobre el escenario del Maverick Concert Hall en Woodstock, Nueva York. Durante el estreno de la pieza, Tudor no tocó una sola nota y permaneció en silencio frente al piano, abriendo y cerrando la tapa del teclado para marcar el progreso de los tres movimientos".

La pieza, compuesta por el célebre John Cage, duró exactamente cuatro minutos con treinta y tres segundos.

Según la exposición "There will never be silence" del MoMA, "El público presenció cómo sus expectativas de un concierto convencional se desmoronaban."

Y así se estrenó 4'33", una de las obras más controversiales de la historia del arte, seguida de cerca por el urinario dislocado de Duchamp y la banana enmarcada de Maurizio Cattelan. Y el catálogo de Bad Bunny, por supuesto.

John Cage no intentaba ser polémico para promoverse a sí mismo ni porque ciertas ideas estuvieran de moda. Fue un gran estudioso y practicante del budismo zen, y su estética reflejaba profundamente esa convicción espiritual.

Para Cage, el silencio era una forma de llevar al público a considerar todos los sonidos a su alrededor como notas de una pieza única e irrepetible. En la banda sonora de la vida cotidiana no hay una jerarquía auditiva, y eso nos abre posibilidades infinitas y nos permite replantearnos la propia noción de lo que es la música.

¿Pero cómo nació la idea de 4'33"?

John Cage buscando mutantes en la cámara anecoica de Harvard.

John Cage y los X-Men

En 1951, Cage acudió a la exhibición de las White Paintings (los famosos cuadros en blanco) de su amigo Robert Rauschenberg. El concepto resonó íntimamente con su proyecto. Cage ya había compuesto antes algunas piezas que incorporaban largos silencios, pero quería hacer algo más radical, y su postura era muy clara: "No quería que pareciera, ni siquiera para mí, algo fácil de hacer o una broma. Quería decirlo en serio y poder vivir con ello".

Poco después, visitó la monumental cámara anecoica de Harvard: una sala completamente insonorizada, aislada acústicamente del mundo exterior, que se parece demasiado a la imponente “Cerebro” del Profesor Xavier en X-Men. Las leyendas urbanas aseveran que las personas que entran a estas cámaras se encuentran con los fantasmas que acechan sus mentes, y que si se quedan allí solas durante mucho tiempo, perderán la cordura. Cage no buscaba fantasmas, sino silencio absoluto. Pero eso no fue lo que pasó… Al salir, le comentó al técnico que había escuchado unos ruidos constantes y éste le pidió que los describiera. "Es tu circulación", le dijo el técnico. "Tu cuerpo siempre está haciendo ruido".

De allí nace la reflexión de Cage:

"El silencio no existe."

Y para demostrarlo, se propuso evidenciarlo. ¿Cómo evidencias algo que no existe? Lo escribes y prescribes en formato de partitura con instrucciones claras de qué no hacer.

John Cage y el Buda

En la filosofía y los estudios religiosos, la definición de un concepto a través de la negación se llama método apofático. También se conoce con un nombre hermosísimo: Vía Negativa. El silencio, el vacío, el espacio, Dios, pueden analizarse a través de ese método.

En el budismo tibetano, el vacío es la "verdadera" naturaleza de los fenómenos porque nada tiene una existencia propia, separada, sólida. No hay día si no hay noche; no hay reposo si no hay movimiento; no hay silencio sin sonidos, sin instrumentos, sin materiales para fabricar esos instrumentos, sin personas que minen los metales o talen los árboles para fabricar esos instrumentos. No hay instrumentos si no hay luz solar y oxígeno que haga crecer esos árboles. Y así hasta los inicios del cosmos —como bien dijo el astrónomo Carl Sagan: ”Si quieres hacer una tarta de manzana, primero debes crear el universo”.—

Esto se expresa de manera poética en el Sutra del Corazón, uno de los textos más conocidos del budismo Mahayana. En él, Avalokiteshvara —el bodisatva de la compasión— explica a Shariputra que, vistos desde el vacío, ni el cuerpo ni la mente ni los sentidos existen como entidades fijas:

Así pues, en el vacío, no existe el cuerpo, ni las sensaciones, ni los pensamientos, ni la voluntad, ni la conciencia. No hay ojos, ni oídos, ni nariz, ni lengua, ni cuerpo, ni mente. No hay sentido de la vista, ni del oído, ni del olfato, ni del gusto, ni del tacto, ni de la imaginación.

Pareciera que no hay nada de nada. Pero lo que está diciendo no es que las cosas no existan en absoluto, sino que no existen de forma separada o independiente. Y por eso, el verso más célebre del texto es como una revelación:

“El vacío es la forma, y la forma es el vacío.”

Inspirado por este Sutra, Cage escribió su famosa presentación de las pinturas blancas, punto de partida del nuevo camino que tomaría su obra:

A quien corresponda:

Sin tema, sin imagen, sin gusto, sin objeto, sin belleza, sin mensaje, sin talento, sin técnica, sin porqué, sin idea, sin intención, sin arte, sin objeto, sin sentimiento, sin negro, sin blanco, sin y.

John Cage y el espacio negativo

Robert Rauschenberg hizo el silencio visible con sus pinturas. John Cage lo hizo audible con sus composiciones. Y Rachel Whiteread lo hizo palpable con sus esculturas.

Rachel Whiteread es una artista británica reconocida por sus esculturas que hacen tangible el silencio del espacio: da forma concreta al vacío que ignoramos y revela que incluso en la ausencia hay significado.

Lo consigue haciendo moldes de yeso de espacios interiores, como en su obra Closet. “Es un recuerdo de la infancia convertido en algo sólido”, dice Whiteread al describir una de sus primeras esculturas. Cuando tuvo listo el molde del interior de un armario, lo cubrió con fieltro negro para evocar la oscuridad del lugar donde se escondía de niña. Su intención era inmortalizar ese espacio, volverlo “tridimensional y presente”.

Su obra emblemática, Ghost, llegó después, en 1990. Para esta escultura, eligió un salón victoriano con ventana, chimenea y puerta. Al retirar el molde de yeso, no solo obtuvo el “positivo” del espacio vacío, sino que transformó por completo la naturaleza de la habitación: ya no era un lugar en el que se pudiera entrar. Además, reveló lo vivido en ella: los arañazos, las marcas y los golpes del uso humano, los trozos de papel pintado. En palabras de Whiteread, "momificó el salón".

Ghost, una no-habitación victoriana

John Cage y el neón

Hubiera querido tener un cierre súper profundo para esta edición, porque el tema lo pide. Incluso casi mando el newsletter vacío, a lo Cage. Pero descarté la idea (como ven); y no me llegó ninguna otra (como ven otra vez). La página en blanco está lejos de ser una obra de arte. Es más bien una película de terror para los escritores. Y sin embargo, como Sísifo, nos sometemos a esa experiencia una y otra vez, sin saber muy bien qué nos mueve a ello.

Así que gracias por acompañarme en este viaje que tenía tiempo queriendo hacer. Espero que lo hayan disfrutado tanto como yo, y que les haya despertado curiosidad, interés, deseos de explorar más creaciones y contradicciones de mentes maravillosas como las del trío de hoy.

¡Hasta la próxima edición!

Denise

  1. 🎧 Mira la impresionante interpretación de 4'33" por la Filarmónica de Berlín
    Como gesto de respeto y silencio, el director añadió esta pieza al final del último concierto, justo antes del cierre pandémico ordenado por el gobierno alemán, en octubre de 2020.

  2. 🖼️ Explora la galería virtual de las White Paintings de Rauschenberg

  3. 🏠 Mira el proceso de creación de las esculturas de Whiteread

Hay una app para eso

Insight Timer
Una app para meditar en silencio o con ayuda. Tiene miles de sesiones guiadas y puedes elegir tu enfoque: budista, católico, laico, new age. También hay opciones más neutras, como sonidos binaurales o naturales y música para ayudarte a concentrar.

Hay un documental sobre eso

Les recomiendo tomarse un buen café antes de ver el bellísimo El Gran Silencio.

La reseña de Jim Emerson en rogerebert.com es la mejor que he leído: no solo aprecia su estética, sino que comprende profundamente la intención del director.

Aunque carece de narración, música o casi cualquier diálogo, “El Gran Silencio” nos invita a escuchar con atención: la nieve cayendo en las montañas, una oración nocturna susurrada en una celda de madera con una estufa de lata que cruje, una campana que suena al tirar de una cuerda en la capilla. Nadie grita. Nada estalla.

Dieciséis años después de su petición inicial, el director Philip Gröning viajó a los Alpes suizos para vivir seis meses con los monjes cartujos en el monasterio Grande Chartreuse fundado en 1084. Solo llevó una cámara y un equipo de sonido básico —sin luces, sin equipo técnico— para registrar la vida diaria de una de las órdenes católicas más austeras.

La película fue concebida, según Gröning, no como un documental, sino como una meditación.

Escribí eso y me dieron ganas de verlo otra vez. Es como un masaje para el cerebro y el espíritu.

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